AÑO 2022. LA REFUNDACIÓN DE ESPAÑA.
(Aquí va un entretenimiento, un poco de política ficción,
con ciertos paralelismos con respecto a algunos hechos del pasado
reciente.)
En 2020 PP y C’s pactan un
gobierno. Sus programas prometían una recentralización total del
Estado, y meter por fin en vereda a los nacionalismos periféricos.
Acuerdan aplicar un estricto rigor presupuestario, de una ortodoxia
neoliberal total.
Para llevar a cabo sus planes
pretenden reformar la constitución de forma radical: fin de las
comunidades autónomas, sin más. Se acabó la tontería, España
volverá a ser lo que era y nunca debió dejar de ser. Ni naciones,
ni nacionalidades, ni gaitas. Provincias, y municipios. Y punto.
Por otro lado, pretenden
prohibir constitucionalmente, de forma expresa, los deficits
públicos. Se quiere también prohibir intervenir en las relaciones
laborales, que quedarán reducidas al ámbito estrictamente privado.
Problema: se necesita una
mayoría de dos tercios en las cortes para reformar la constitución,
y el gobierno solo tiene un 52% de los escaños.
PP y Ciudadanos están
decididos a llevar a cabo lo que para ellos es fundamental para
salvar España. Tras un par de años de agitación y propaganda, en
la que no se escatima en medios, en mentiras y en exageraciones,
deciden dar el asalto final. Lo que necesita España es una nueva
constitución, no una reforma de la antigua, ya caduca y trasnochada.
¿Qué hacer? Pues se tira por la calle de en medio, se desobedece al
Tribunal Constitucional, a quien ya no se reconoce autoridad, porque
está tristemente infiltrado por la izquierda y por ciertos jueces
pro-nacionalistas. El gobierno de la nación, con un 47,8% de los
sufragios, desarrolla toda una legislación paralela
-inconstitucional- que procede a desmontar paso a paso las
comunidades autónomas, a recentralizar el poder.
Una de las primeras medidas
será hacerse con el control de la educación. A las escuelas vuelven
las leyendas de Don Pelayo, del Cid, de la reconquista, de la España Una,
Universal e Imperial, de la Luz de Trento y el martillo de herejes…
La disciplina vuelve a reinar...
Para darle forma definitiva y
racionalizar todas estas leyes inconstitucionales, el gobierno de
coalición decide convocar un referéndum constitucional, en el que
se debe elegir entre dos textos, uno más radical, y otro radical:
El primero pretende hacer
obligatorio el défict cero, y reducir al mínimo el poder de las
comunidades autónomas.
El segundo pretende hacer
obligatorio superavits de un uno por cierto, y eliminar las
comunidades autónomas.
El Tribunal Constitucional
insiste: “Lo pasos que se están dando son ilegales e ilegítimos. Se están violando de forma flagrante los mecanismos establecidos para reformar el marco
constitucional, se trata de un ataque frontal contra la esencia del procedimentalismo constitucional, reconcida de forma universal dentro y fuera de España...”. Muchos juristas, de diferentes
tendencias, afirman que se está perpetrando una asalto intolerable
contra la democracia, contra el pluralismo y contra los derechos
fundamentales del conjunto de los ciudadanos.
El gobierno, harto de los
bloqueos impuestos por la izquierda y por los nacionalistas -siempre
reacios a llegar a ningún tipo de acuerdo-, continua impertérrito
con sus planes, y alardea de su labor histórica, insistiendo en que no
se puede sacralizar ningún texto legal en nombre del atraso y de la
podredumbre nacional.
El Tribunal Constitucional
continúa redactando órdenes de suspensión, invalida leyes,
decretos… El gobierno acusa al TC de anti-patriota, de enemigo de
la democracia, por oponerse a una política fundamental para la
salvación de España, y que es apoyada por la mayoría del
parlamento.
La movilización en las calles
a favor del gobierno es masiva. El fracasado intento independentista
de Cataluña en 2017 ha dado un nuevo ímpetu a la derecha
nacionalista española, que está movilizada en torno a
organizaciones de masas de la “sociedad civil”, perfectamente
engrasadas con subvenciones estatales, directas e indirectas. Las
plazas y las calles de España son un hervir de banderas bicolor. La
izquierda y el nacionalismo periférico, desmoralizados, desarbolados por la
agresividad inaudita del gobierno, a penas son capaces de organizar
algunas protestas, que son siempre mucho menos multitudinarias. La oposición está
atenazada por la falta de medios, y por las profundas divisiones
internas, por su heterogeneidad…
PP y C’s insisten en
presentar el conflicto como una lucha del bien contra el mal, del
progreso contra el retroceso. La tensión crece por momentos. La
oposición no reconoce la legitimidad de un referéndum que considera
ilegal, ilegítimo y sesgado, y rechaza de plano participar en él.
En las postrimerías de la votación, la oposición por fin logra un
cierto grado de movilización… Pero todo es inútil. La votación
sigue adelante, nadie la puede impedir…
En el referéndum participa un
42% del censo, y gana el “sí” con el 90% de los votos emitidos…
Es el año 2022, España está
a punto de entrar en una nueva era, muy al gusto de unos, que viven
con ilusión lo que es para ellos una refundación de la nación, el
comienzo de algo nuevo y mejor. Para los otros el panorama es
desolador, temen entrar en una era de opresión y de humillación de
sus ideas y de sus sentimientos…
(Nada de lo escrito responde,
que yo sepa, a las intenciones declaradas ni del Partido Popular ni
de Ciudadanos. Se trata de un puro juego de política ficción, que
podría quizás resultar ilustrativo. Las limitaciones en la
comparación son evidentes, como también lo son las diferencias.
Nadie debería entender este texto como una comparación
estrictamente paralela con respecto al llamado “procès”
independentista).
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