Sobre Platón, Bernat Dedéu y la Idea de GILIPOLLAS.
Platón nos enseñó
que en otra dimensión de hiper-realidad existe un mundo de Las
Ideas, de los arquetipos perfectos y esenciales. Nuestro mundo,
caracterizado por una semi-realidad, triste y pálida, se deriva de
ese otro más allá Ideal, de esa suerte de almacén de esencias
inmarcesibles y primigenias.
Esto que nos rodea
son todo apariencias, copias múltiples, perecederas y condenadas a
una rápida flacidez y descascarillamiento -como los destornilladores
que compras en los chinos, por ejemplo-.
Para el más insigne
discípulo de Sócrates, la verdadera y principal función del
filósofo consistiría en tratar de escapar de esta inmunda caverna
sombría, y extasiarse en la contemplación del mundo tal cual es, y
admirar lo ideal, que aunque arquetípico y jerarquizado -en su
cúspide se haya la Idea Suprema del Bien- es también múltiple y
diverso, y puede ser también de lo más pintoresco y entretenido de
mirar.
En esa otra
dimensión de lo ideal se haya la Idea de “perro”, el arquetipo
ideal de perro, del que derivan su semi-existencia todos esos perros
ojerosos y a veces malolientes que a menudo hasta metemos en casa.
Tenemos también la idea de “escupitajo”. Podemos contemplar allí
así mismo la Idea de “porro”, y la de “justicia”, y la de
“belleza” y la de “fealdad”… Hay de todo.
Pues bien, existe
también una Idea de “GILIPOLLAS”. Y ahí es donde quería yo
venir a parar.
De entre todas las
pálidas e imperfectas semirrealidades degeneradas de esta
interesante Idea que debemos sufrir a diario, hay una que, sin duda
alguna, se me antoja como quizás la más próxima a ese su arquetipo
platónico.
Viste bien, es guapo
-dicen-. Tiene pelo de pijo, y pinta de pijo, básicamente porque es
un pijo. Se llama Bernat Dedéu. Toda una celebrity en Cataluña.
Bloguero, columnista, filósofo, “enfant terrible”. Es
provocador, lenguaraz, implacable, cínico y, sobretodo,
independentista de la línea más dura supremacista. Es indepe porque
España es de una insoportable ordinariez.
Dice ser liberal.
Por fuerza su independentismo -supongo que él lo sabe-, no puede
surgir desde una filosofía que reniega de las identidades
colectivas, y cuya esencia es el individuo y la soberanía personal.
Su ardor soberanista
catalán tiene que venir de otro lado. Mi tesis es que es fruto de su
gilipollez, y de una idea estética de “lo catalán” y de “lo
español”, una concepción de lo que son culturalmente Cataluña y
España, donde lo primero es superior -aunque a veces dé vergüenza
decirlo así, del tirón-. El independentismo de Dedéu, nuestro
entrañable y perfecto gilipollas, es resultado de un supremacismo,
en este caso indisimulado, probablemente por gilipollesco.
Bernat sufre la
opresión, se siente herido en lo más hondo al verse gobernado desde
un lugar fantástico -Madrit-, pero que huele a aceite (fa pudor
d’oli). Bernat sufre mucho el “catañol” y el rollo lolailo que
lo va invadiendo todo. Catalunya debe librarse de esta opresión de
lo hortera por español, y Bernat se librará con ella, porque hay
cosas que son mejores, y otras que son peores… Hay que decirlo. Y
puestos a sufrir la mugre, mejor la nuestra, que incluso esa será
también mejor.
Bernat es un liberal
identitario, un individualista patriota, y su independentismo
irredento y demagógico no siente ninguna necesidad de justificar
semejantes combinados mostrencos. ¿Por qué? Porque la patria -que
es superior- se defiende, no se argumenta ni se justifica, y mucho
menos desde el liberalismo, quizás porque sea imposible.
Bernat es un
gilipollas arquetípico y perfecto, es como la idea platónica de la
gilipollez en versión barcelonesa, bípeda y sin plumas, e
independentista. Bernat piensa como un gilipollas, se expresa como un
gilipollas, y escribe como un gilipollas, gilipolleces, en concreto.
Hasta aquí mi
lección de filosofía platónica de hoy.
(Nada más dejo aquí
debajo la traducción de un extracto de un artículo de hoy mismo, de
nuestro gilipollas. Abajo link al artículo entero, en catalán):
“No he visto nada
de Sijena, ni estoy indignado como la mayoría de mis compatriotas
con el hecho de que nos roben una serie de sellos con los que las
monjas se pagaron la sopa durante un montón de años. De hecho, que
se apropien de las pinturas de Sijena es el mejor símbolo del
expolio sistemático con el que el enemigo hace décadas que disfruta
desangrándonos. Con tantos millones de euros que han chorizado a la
patria, ya lo veis, no importa una mierda que se añadan cuatro
acuarelas que no ha visto nunca ni dios.
Mi tribu es
extraordinaria, porque ha conseguido incluso que un Guardia Civil
tenga que entrar con nocturnidad a un museo para custodiar unas obras
de arte que solo interesan a cuatro perdidos, y no solo esto, sino
que pronto serán expuestas en territorio extranjero y la misma gente
indocumentada que las ha reclamado se pasará horas y horas alabando
su trazo como si fueran la última cena del maestro Tintoretto.
Admiremos de nuevo cómo nos roban los bienes, estimados cofrades, y
ojalá que a los españoles se les fundan las putas pinturas estas
entre las manos…”
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