Alcohol, mujeres y volición (con nota final)

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Alcohol, mujeres y volición. Dudas. (Voy a hablar solo de alcohol, pero se puede pensar también en “droga”, en general)
Me hago preguntas, para las que no tengo respuestas, o al menos no tengo respuestas claras (no afirmo nada).

PREMISA DE LA QUE PARTO (en una relación sexual hombre-mujer): si la mujer está borracha, un acto sexual es una violación, porque no estaríamos ante “sexo consentido” (la mujer no habría podido consentir, su voluntad estaría anulada).

1. Cuando una mujer decide emborracharse, ¿debe estar implícita en esta decisión una voluntad de abstenerse de tener relaciones sexuales? ¿Para una mujer decidir emborracharse debe equivaler a comprometerse a la abstinencia sexual para el tiempo que duren los efectos del alcohol? Si una mujer sabe que va a anular su capacidad volitiva al ingerir alcohol, ¿no debería evitar tal ingesta de alcohol en cualquier tipo de situación en que pudiera sospechar que es posible la presencia cercana de algún hombre?

Resultado de imagen de alcohol, mujer2. Tenemos a una mujer bajo los efectos del alcohol, por consiguiente, no dueña de su voluntad. Se acerca un hombre y tiene una relación sexual con él. Concluimos que se trata de una violación, puesto que la mujer no ha podido consentir. Incluso aunque la mujer haya podido indicar de forma explícita con sus acciones y con sus palabras que quería tener una relación sexual, dado que el alcohol anula su voluntad, debemos concluir que sus acciones y sus palabras no eran suyas y ha actuado de forma involuntaria. El único responsable ha sido el hombre, que debe ser culpado moral y penalmente por ello. Problema: ¿Y si el hombre hubiera estado también ebrio? ¿Debemos considerar  a la mujer irresponsable de sus actos en tal situación, pero no al hombre? ¿La  mujer no puede ser dueña de su voluntad cuando está alcoholizada, pero sí el hombre?

3. Pedro y María se levantan una mañana después de una noche llena de alcohol. Se sorprenden de verse en una cama el uno junto al otro. Les vienen a los dos recuerdos borrosos de una relación sexual que no saben muy bien cómo empezó. María se arrepiente, siente asco, la invade la desazón: no le gusta nada Pedro, no es su tipo, y además ella está enamorada de Roberto. Es horrible, el sentimiento de culpa se apodera de ella, se siente sucia, vejada, deprimida. "Es evidente que yo no he consentido", se dice a sí misma. María se va a comisaría e interpone una denuncia. La ley acaba de cambiar, y es muy clara: si la mujer está ebria, no ha podido consentir; si ha participado en una relación sexual sin su consentimiento, eso significa que ha sido violada. A Pedro le esperan largos años de prisión.
Problema: si fuera Pedro el que se sintiera culpable, y vejado, lo único que podría hacer es asumir su miseria y tratar de olvidarlo todo (para colmo, la misma ley que ha considerado que el alcohol elimina la voluntad de María, no ha aceptado ni siquiera como atenuante el consumo de alcohol por parte de Pedro).

4. Si no hay consentimiento, es violación. El alcohol hace imposible un genuino consentimiento. Se imponen medidas, urgentes. Señales, signos. La mujer ha de portar algo que anuncie al mundo su estado de incapacidad de volición libre. Una diadema, una fluorescente o con lucecitas led que sea bien visible en la oscuridad. La diadema transmitirá un mensaje claro, nítido: "Yo no soy yo, estoy enajenada, no puedo consentir. Aléjate de mí si lo que pretendes es algo más que conversar, y mejor que sea sobre cuestiones no comprometedoras, porque en estos momentos estoy fuera de mí". Aunque, pensándolo bien, ni se puede ni se debe confiar en la rectitud de las conductas ajenas. Los peligros de la situación exigen ir un poco más allá: segregación. El Estado ha de velar por la seguridad de sus ciudadanos y de sus ciudadanas, ha de impedir el sexo no consentido. Las mujeres y los hombres no podrán consumir alcohol en compañía los unos de los otros. Se imponen centros segregados en que las mujeres puedan emborracharse con total tranquilidad.

5. Sin embargo, puesto que aceptamos la legitimidad de las relaciones homosexuales, se plantea un nuevo dilema: ¿acaso no puede una mujer abusar de otra mujer, forzarla a tener sexo no consentido? Ante esto, no queda más remedio que ir un poco más allá, por el bien y la seguridad de las mujeres, y de los hombres: celdas herméticas, individuales, para el consumo de alcohol. En estas celdas -alegremente decoradas- la mujer podrá gozar de la borrachera ya por fin de una forma 100% despreocupada.


CONCLUSIONES.

No sé a vosotros, pero a mí la filosofía que hay detrás de todo esto me huele a cosas  muy viejas y probablemente eternas en el espíritu humano. Me vienen los efluvios platónicos, las escisiones alma-cuerpo, la necesidad de que el intelecto sujete los caballos de la pasión (Fedro). Siento el olor del cristianismo, el olor del pecado -fruto de lo terrenal, enemigo de lo etéreo y de lo divino-. Todo esto huele a alma acosada por el diablo, por la suciedad mundana, vulgar. A mí esto me apesta a autocontrol, a rigorismos protestantes, a kantianos seres nouménicos, a idealismo de la razón autónoma, armónica, estelar, celestial. Me da a mí que el motor que empuja estas angustias es el anhelo de perfección, el espanto y el rechazo ante la oscuridad interior, y exterior. Esto hiede a institutriz, a preceptor que quiere mucho y hace llorar, a monja, a resacralización del sexo, a libertad pero no libertinaje, a paternalismo, a sexo débil, a monja, a Barbijaputa.


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NOTA: El autor de este blog siente una enorme repulsión por abusos y violaciones, también por las que tienen lugar aprovechándose de los efectos del alcohol, que es indudablemente una droga que está presente como desencadenante o ingrediente necesario en innumerables casos de abuso y violación.
La ley en España en absoluto es ajena a este problema (cada año se dictan un montón de sentencias condenatorias por abusos o violaciones relacionadas con el consumo excesivo voluntario o involuntario de alcohol y de otras drogas). Es absurdo negar que pueda haber márgenes de mejora, pero es también para mí obvio que el asunto es de una complejidad endiablada, y que la insistencia en buscar fórmulas mágicas y prístinas que nos permitan solucionarlo todo de una vez y para siempre (y distinguir de forma rápida y clara una violación de una relación sexual consentida), es potencialmente catastrófica, y puede llevarnos de cabeza hacia una sociedad paternalista, policial y de constante sospecha -judicializada-. Mi única intención aquí es llamar la atención sobre la complejidad del fenómeno, sobre lo difícil que resulta determinar qué es una volición libre, un consentimiento genuino, diferenciar un acto vil e inmoral de otro descuidado y estúpido, pero inocuo. Tengo la sensación de que cada vez más gente pretende que estamos ante algo mascado, simple, y me da la impresión de que ello es debido a que estamos ante una vuelta hacia lo dogmático y puro,  y hacia un creciente desprestigio por la duda y los matices.

Comentarios

  1. Ah, Alfredo, tienes una tendencia bien marcada a entrar en campos minados, eh? Mira tú por dónde, este tema que parece nuevo (al menos en España) viene ya de lejos.
    Cuando cursaba estudios universitarios en los USA, allá por el siglo XIX ó XX, hubo una reunión en la que nos informaron sobre conductas apropiadas y no apropiadas en el entorno universitario. El mensaje lo podría resumir así: 'No fucking around with drunks'. El motivante de esta inesperada reunión era que al parecer recientemente había salido un caso sonado en otra universidad, en el que en una fiesta una chica bebió hasta el coma etílico - cosa por otra parte sorprendentemente común en aquellas fiestas universitarias - y, habiendo sido abandonada en un dormitorio por sus ebrias amistades, fué objeto receptor de las atenciones sexuales de otro estudiante. Este caso, no cabe duda, representa una ilustración indiscuble de una violación con todas las letras. Cláramente nuestra universidad quería curarse en salud y de ahí la inefectiva reunión (drunken sex siguió siendo ubícuo en todas las fiestas posteriores), y la motivación del pobre rector, que al fin y al cabo algo tenía que hacer con esa caterva de veinteañer@s hormonados.
    El caso es que en España esta directiva ahora se ha vuelto ley. Para mí la pregunta no es tanto 'Es justa?' ó 'Puede llevarse a excesos?' como planteas tú en el blog, si no 'Es mejor que la que había antes?'. Claramente se puede reducir cualquier planteamiento al absurdo a través de la exageración, pero el caso es que no es una mala costumbre la de meterle en la cabeza a los chavales y chavalas 'No tengas sexo con alguien que esté claramente beodo'. De igual manera que no te subirías con él/ella al coche, no te deberías acostar. Tan sencillo como ello, independientemente del género de quien estemos hablando. Yo transmito este mensaje entusiásticamente a los dos adolescentes que tengo ahora en casa.
    Se pueden dar abusos? Claramente, enfáticamente, sí. Será responsabilidad del que sale de fiesta el no meterse en lios que puedan propiciar tales abusos. Yo propongo mantener la ley y ver cómo va, y si se ve que conduce a claros abusos de justicia, entonce se revisa y punto.

    Pues eso.

    Un abrazo fuerte desde la achicharrada Germania.

    Der Tank

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