La cultura de la violación y la pérdida de la inocencia: estamos rodeados de hijos de puta (con notas, y hasta una oración final)

Se habla mucho estos días de la ubicuidad del mal a nuestro alrededor, en concreto de la casi omnipresencia de violadores, vayas donde vayas, hagas lo que hagas, te metas donde te metas. Los agresores sexuales, los abusadores, los acosadores están por todas partes. Leemos que los miembros de La Manada no son en realidad cinco, sino millones. Se afirma de forma muy seria y contundente que vivimos en un constante horror violento, que España es como una continua orgía criminal, lasciva y psicopática, cuya víctima es la mujer en el 99% de los casos, y cuyo verdugo es el hombre, cualquier hombre. Violadores de todo el mundo son bienvenidos a un país que es su tierra prometida, un lugar seguro para sus fechorías.
Una mujer no está a salvo en ningún sitio, es imposible que pueda evitar cruzarse con algún pasado, presente o futuro violador, o como mínimo acosador. En estas últimas fechas, especialmente en estas últimas semanas y meses, se masca la tragedia por calles, plazas, parques y jardines de ciudades y pueblos. Se intuye el peligro inminente por los pasillos de las facultades, de las escuelas, de los ministerios y de las conserjerías. Un paseo por el campo, un retorno a casa a través de un parque, un nuevo profesor particular de inglés, todo puede ser escenario propicio para una tragedia sádica, desencadenada por la barbarie hormonal del macho patriarcal, que cuenta a su favor con todo un entorno cultural, y aún legislativo, que lo protege e incluso anima a perpetrar sus hazañas seminales. La vida se está poniendo imposible para las mujeres de España, que no encuentran ya sosiego ni dentro del hogar (más del 80% de violaciones tienen lugar al interior de la familia), que no pueden doblar una esquina sin descartar la posibilidad de sufrir un asalto individual o grupal.
Las jóvenes de España nunca pudieron salir tranquilas para disfrutar de la noche por bares y discotecas. Hoy ya están empezando a dejar de salir, sin más, porque las hordas de antropoides macho exhiben sin disimulo su insolente salvajismo sexual allá por donde se mueven, y por la noche todos los gatos son pardos, y más aún con unas copas de más y unas horas menos de sueño y de descanso.
Imagen relacionadaY yo, que soy hombre, estoy también comenzando a plantearme algunas cosas, y la desazón y la angustia se van haciendo camino dentro de mi alma. De un tiempo a esta parte la humanidad ajena me resulta sospechosa, más que posiblemente canalla, sucia, peligrosa, sórdida y cruel. Ese mismo camarero que hace bien poco me merecía el acostumbrado beneficio de la duda, ha empezado a presentárseme como un probable hijo de puta, como quizás una bestia responsable de vilezas, legales o ilegales, mayores o menores, pero vilezas al fin y al cabo. Ya no me cruzo por la calle con personas desconocidas, ahora me da la impresión de saber muchas cosas sobre esa masa humana informe que me rodea. La estadística me sirve para hacerme consciente de que es cierto, de que es verdad que estamos rodeados de criminales. ¿Cuántos humanos han salido de la cárcel en España en los últimos 30 ó 40 años que aún están vivitos y coleando? ¿Cuántos violadores, asesinos, secuestradores, estafadores mueven su esqueleto por esos mundos de dios, impúdicos, indetectables, sin marca legible en la distancia? ¿Cuántas fieras humanas que todavía no han entrado en acción estarán ya urdiendo sus planes? Este tipo gordo de aspecto bonachón de aquí al lado, que espera conmigo a ser atendido en la charcutería del Carrefour ¿de cuántos actos inicuos habrá sido responsable? ¿es en realidad creíble o incluso posible que jamás haya pegado a su mujer o a sus hijos, o que nunca haya acosado o abusado de alguna mujer, quizás incluso de algún niño? Aún sin haberlo llevado a cabo ¿se masturbará este señor gordito pensando en ello? ¿será cliente de pornografía infantil, siquiera sea en su imaginación y como fruto de su fabricación fantástica y mental? ¿Le excitarán los gritos de dolor ajenos, de niños, tal vez de animales, o de ancianos...? ¿Será putero y le gustará humillar a las putas? Ya no puedo dejar de pensarlo, de este señor con sobrepeso del Carrefour, y de todo el mundo, mujer o varón ¿Será este tipo, o será aquella tipa de allí una miserable y repugnante harpía despiadada?
Todo este lío de La Manada y de la cultura de la violación me está sirviendo para ponerme alerta con respecto a las intenciones del resto de mis congéneres, en relación a la eventual malignidad pretérita, actual o potencial de los y las que me rodean. Siento que he perdido esa inocencia infantil que me permitía andar por el mundo presuponiendo las buenas intenciones de todos, a pesar de asumir que es indudable que cada cual, aunque unos más y otros menos, guarda su porción de mierda de puertas para adentro de su casa, de su historia, de su ser. Me parece estar perdiendo a marchas forzadas esa candidez que me hacía mirar al prójimo sin juzgarle (o juzgándolo no necesariamente como peor que yo), y que me hacía seguir como si nada (a pesar del riesgo a equivocarme), aceptando que todos somos pecadores y que nunca podemos tirar la primera piedra, que somos quizás basura, pero que eso es lo que hay también dentro de mí. He perdido la paz de dar por más probable que improbable la bondad. No hablo aquí de esa bondad de sacerdotes y pastores, o de ciertos aprendices de santo laicos (esa que no existe nada más que para la ilusión tormentosa y masoquista de quienes creen en la pureza y aspiran a ella). Me refiero a esa bondad fea, con granos y halitosis, la única a la que podemos aspirar los pobres y ridículos bípedos implumes sin cola.
________________________________________________________________________
NOTA 1: Me encantaría no tener que advertir al lector del contenido irónico de muchas de las frases de esta entrada, pero lo advierto.

NOTA 2: El responsable de este blog, humano perplejo, reconoce que SABE muy pocas cosas, y mucho menos en el terreno de lo moral. Sin embargo, sí sabe que existen el mal y la injusticia. Y sabe también que quien afirma conocer la génesis del problema, y su solución, o miente o se equivoca.

NOTA 3: Finalmente, me va a permitir el amable lector invitarle a que se una humilde y compungidamente a mí y entone, rodilla en suelo:

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

(Mientras se dice por mi culpa... se golpea el pecho tres veces) 

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre una parte de la izquierda -cada vez mayor- y algunas ideas reaccionarias

Debates con Juan Ramón Rallo: lo que da de sí la ética de los "nuevos hombres libres"

Contra Vox y el machismo es mucho mejor no decir tonterías.